Consultora en comunicación digital estratégica

Hola, soy Èlia Fibla

cosecha del 82, leonina,
humanista e hipercerebraica.

Desde pequeña, he sentido una profunda curiosidad por el mundo y una gran pasión por conectar con las personas.

Hoy, esa pasión se ha transformado en mi misión: ayudarte a diseñar estrategias de comunicación
360 que no solo atraigan y generen ventas, sino que realmente conecten contigo y con tu audiencia.

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Eso sí, mucho antes de dedicarme a esto, era una
niña pizpireta y vivaracha que vendía helados de
arena y horchata salada en la playa, y jugaba a ser
maestra con sus muñecas.

Cada día, después del colegio, subía a casa de mi
abuela para ayudarla a preparar la cena. Mientras
cerraba empanadillas de atún y huevo, ella me contaba
de su niñez en los campos de Granada y de cuando en
su adolescencia emigró a Barcelona. Y así, a la sopa
boba aprendí historia sobre la España de la posguerra.

Luego, después de cenar, me refugiaba en mi cabaña
india sobre la cama y leía bajo la luz de una linterna
vieja. Devoraba libros como quien come galletas.

Mi libro favorito era «Los niños de Bullerbyn», que relataba las
aventuras de unas familias granjeras en Suecia. Yo soñaba con
sus huertas y se me hacía la boca agua con las descripciones de
las mesas llenas de comidas típicas suecas. 

Sin ser consciente entonces, hoy sé que todas esas historias
plantaron en mí el deseo de escapar de la ciudad, 
buscando mi
propia casita en el campo, donde sentirme plena mirando el
cielo y las estrellas.

De hecho, esa fue mi segunda pasión nocturna desde que me
regalaron un telescopio. Pasaba horas observando el cielo,
imaginando ser una astronauta que exploraba constelaciones,
galaxias y planetas.

estrellas

Una mañana, aunque solo pude olerlo porque no alcancé a verlo, supe que en la sartén había dos huevos
fritos con bacon. Mi desayuno favorito. Bueno, el mío y el de mi padre. Pero ese día, mi padre estaba
nervioso por una reunión con su jefe y se fue corriendo a trabajar sin poder comérselos.

Ese hecho, banal a simple vista, marcó mi visión del trabajo y fue entonces, según cuenta mi madre,
cuando decidí que jamás tendría un jefe que me impidiera disfrutar de unos huevos fritos con
bacon.

Ese día y esos huevos sembraron la semilla de mi espíritu freelance, nómada y viajero.

Tenía 6 años y medio.

avión

Desde entonces y hasta los treinta y largos, tuve la suerte de
viajar, durante casi un mes al año, con mi familia alrededor del
planeta. Gracias a ello 
crecí conociendo otros países y culturas,
y eso me permitió entender diversos puntos de vista y
observar el mundo desde distintas perspectivas y facetas.

 

Mi curiosidad por la humanidad me llevó a estudiar Humanidades,
sí, esa carrera con cero salidas laborales. Después, y en un primer
intento inconsciente de evocar ese hogar que prometía sencillez,
minimalismo y comida rica, trabajé en la famosa multinacional de
muebles sueca. Sin embargo, 
bastaron solo dos años para
darme cuenta de que ese entorno no era para mí, confirmando
así que para vivir la vida que yo soñaba, debería inventarme yo
misma, un trabajo que me lo permitiera.

En 2011, fascinada por el mundo digital, decidí emprender. No sabía cómo sería el camino, pero sí tenía la certeza de que me permitiría viajar y disfrutar de la vida sin depender de ‘sueldos’ o ‘hipotecas’. En estos 13 años, me he inventado estos proyectos y he alcanzado estas metas:

de 2011-2014 con Superyuppies aprendí la importancia de la organización, el foco y la productividad.
de 2014-2018 con 
The Craft Academy
me especialicé en estructuras de negocio y comunicación digital.

y de 2018-2023 con 
Sierra Salvaje
me convertí en experta en autogestión energética
y encontré, 
finalmente, el equilibrio entre mi vida personal y profesional.

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También, y a día de hoy, tengo mi propia casita de campo en las sierras cordobesas, en Argentina, donde el cielo es espectacular y paso horas y horas mirando las estrellas y aprendiendo las constelaciones que forman entre ellas.

Si se pudiera ir a la luna, yo sería una de las primeras en aplicar.

Igual, no creas que todo ha sido un camino de rosas. 

Lo conseguí, sí, pero pagando unos peajes muy caros. Con los años, me convertí en una workaholic enferma que vivía en un constante HACER-HACER-HACER y no me daba ni cuenta.

Por lo general, me levantaba temprano y antes de desayunar ya
estaba frente al ordenador. Desayunaba con Juan, hacía las
tareas de la casa y seguía trabajando hasta la hora de comer.
Engullía rápido y lo mismo hasta el atardecer. Hasta viajando,
siempre me hacía el tiempo para crear contenido para mi
comunidad online y rascaba minutos de trabajo.

Incluso cuando viví en Tailandia y cambié el salón de mi casa por
una hamaca en la playa vivía pegada a la pantalla de mi iPad. Una
desgracia.

Sin darme cuenta, había forjado un personaje digital
incansable, siempre disponible para mis lectoras, alumnas y
clientas. Priorizando lo que otros necesitaban y buscando la
aprobación externa, olvidándome de disfrutar y hasta de
dormir o de comer. 

El estrés me consumía, pero yo seguía adelante aún pisándome
las ojeras, sintiéndome triste y apática, hasta estar
completamente agotada.

Sin ser consciente, terminé replicando el mundo de los adultos
que siendo niña, no comprendía y había rechazado. 
Acabé por
dejarme los huevos con bacon en el plato.

PC

Un día, estando en Koh Phangan, la islita tailandesa en la que viví por 5 años, salí a ver el atardecer.
Mientras intentaba capturarlo con mi móvil, me di cuenta de que mi Ser no estaba presente porque mi
mente estaba pensando en los Stories que subiría después a redes y ahí, en ese momento
completamente común y corriente, decidí que mi negocio no podía ser el centro de mi vida y que
tenía que dejar de HACER.

Ese día comenzó
un proceso de transformación

Ese día me di cuenta que el burnout que sufría se debía a una desalineación entre mis hábitos
personales y laborales y mi configuración natural emocional y energética.

La sobreadaptación y la autoexigencia se habían comido con patatas lo que quedaba de Èlia.

Por urgencia vital, decidí sanar y enfrentar mi ignorancia corporal. Investigué en mi propio
autoconocimiento biológico e incorporé algunas soft skills como la planificación flexible, la
exigencia compasiva, la productividad consciente y la autogestión energética.

Después de algunos años y gracias a esto, he ido pudiendo ajustar mi vida a mi trabajo, y no a la inversa.
Conocer mi 
cronotipo y mi ciclo hormonal me han permitido organizar mis tareas para ser más
eficiente y adaptar el trabajo a cada una de mis fases y a mis ventanas de productividad. 

Sin embargo, como buena exploradora, sigo buscando herramientas para hacer más sin drenar mi
energía ni invertir demasiado tiempo y gracias a mi curiosidad he encontrado el satélite que le faltaba a
mi sistema: 
La IA.

Igual que en el año 2000, cuando vi el potencial de Internet, ahora veo la IA como una aliada para ser
más productivas. 
El reto es aprender a utilizarla bien. Cuando sabemos usarla, nos ayuda a ser más
creativas y a hacer más en menos tiempo y para mí, cualquier herramienta que contribuya a mi calidad
de vida, siempre es positiva. 

Como ves, mi constelación de habilidades, conocimientos y experiencias es lo suficientemente amplia
como para servirte a modo de Estrella Polar que guíe tu proyecto.

2ESTRELLAS

VISIÓN, ESTRUCTURA, ESTRATEGIA Y COMUNICACIÓN 360, PRACTICIDAD Y FLEXIBILIDAD, EMPATÍA,
ORGANIZACIÓN E IA

ESTRELLA

Como te decía al inicio de este texto, estoy aquí para ayudarte a diseñar estrategias de comunicación
360 que no solo atraigan y generen ventas, sino que realmente conecten contigo y con tu audiencia.

Y lo más importante, te muestro cómo hacerlo de un modo energéticamente sostenible con la ayuda
de herramientas. Como has visto, la IA es una de ellas.

Si quieres descubrir cómo comunicar con estrategia, impactar
sin ruido y facturar más, clica aquí para saber

Sé más que bienvenida a este Universo 2.0

Un abrazo, Èlia

firma elia